MITOS GRIEGOS

                                                         
 
                                                                 Teseo y el Minotauro

 








El rey Minos había encerrado en el laberinto al temible monstruo Minotauro.

A su vez, Minos había impuesto un terrible tributo sobre la ciudad de Atenas: Cada nueve años debían enviar siete muchachos y siete muchachas para ser alimento del terrible monstruo.

Atenas ya había enviado dos grupos de jóvenes para alimentarlo. Esta sería la tercera remesa de jóvenes enviados. Uno de los siete jóvenes se llamaba Teseo.

Antes de entrar al laberinto conoció a Ariadna, una hija de Minos que se enamoró de él y decidió ayudarle.

El problema no era solo matar al Minotauro sin armas, ya que no se les permitía entrar armados al laberinto, sino poder encontrar la salida en tan intrincados pasillos.

Ariadna, entonces, sin que nadie lo advirtiera, le entregó a Teseo un carretel de hilo. Gracias a esto, Teseo pudo encontrar la salida del laberinto después de matar a puñetazos al Minotauro.

Teseo salvó de este modo a todo el grupo y se escapó llevando a Ariadna consigo.

Jorge Luis Borges en su cuento La casa de Asterión nos muestra otra faceta de este temible monstruo.

 
 
 
 
 
 
 
Orféo y Eurídice
 
 
 
 
 
Había una vez una Musa llamada Calliope. Ella tenía un hijo llamado Orfeo.

Orfeo, además de ser un gran poeta, tocaba muy bien la lira, deleitando a todos los que lo escuchaban. Tanto hombres como animales quedaban extasiados con su música. Hasta los árboles y las rocas se movían y cambiaban de lugar solo para escuchar sus dulces melodías.

Orfeo estaba casado con Eurídice, su bella esposa, de la cual estaba sumamente enamorado.

Un día mientras recorrían el bosque tomados de la mano, Eurídice, sin querer, pisó una serpiente venenosa que estaba dormida. La serpiente, furiosa por haber sido despertada tan abruptamente, le mordió el tobillo y Eurídice murió envenenada a los pocos minutos.

Orfeo, desesperado por recuperar a su esposa, decidió descender al Tártaro para buscarla y traerla de vuelta a la vida.

Orfeo tomó la lira, y mientras tocaba, encantaba a todos los que se cruzaban en su camino. Hasta el can Cerbero, el perro de tres cabezas custodio del Tártaro, lo seguía como un cachorrito manso.

Orfeo continuó su largo recorrido encantando con su melodía a uno tras otro hasta llegar hasta el mismo trono de Hades, el rey de los muertos, que fascinado por los suaves acordes de la lira, le preguntó:-¿Qué vienes a buscar aquí, Orfeo?

-Quiero a mi esposa Eurídice de vuelta conmigo. Respondió Orfeo.

-¡Ah! Escúchame bien. Dijo Hades-Permitiré que Eurídice regrese contigo con una sola condición: -Deberás caminar sin mirar atrás hasta que llegues a plena luz del sol. Eurídice te seguirá mientras tocas la lira y no sufrirás daño alguno.

Orfeo, feliz comenzó a entonar la más dulce de las melodías mientras Eurídice lo seguía a la distancia. Pero Orfeo estaba tan ansioso por volver a verla, que pronto olvidó la condición impuesta por Hades y cuando faltaba solo un minuto para salir a la luz, volteó la cabeza para mirarla y perdió a Eurídice para siempre.

 
La Manzana de la Discordia

Cuenta la leyenda, que cuando Peleo y Tetis se casaron. enviaron invitaciones a la fiesta para todos los dioses . como no querían tener problemas en un día tan especial, decidieron que lo mejor sería no invitar a Eris, conocida como La Discordia.

Eris se enojó tanto que se apareció en el banquete de bodas de todos modos. Furiosa se dirigió a la mesa donde se encontraban las diosas más hermosas: Hera, Atenea y Afrodita y arrojó ua enorme manzana con una inscripción tallada que decía: "Para la más Hermosa".

Hera dijo: Debe ser para mí. Pero al instante, Atenea y Afrodita también reclamaron la manzana y pusieron a Zeus como árbitro.

Zeus, no quería tomar parte por ninguna de las diosas ya que sabía que por lo menos dos de ellas terminarían haciendo reclamos por su intervención o lo que es peor, enemistadas con él y decidió sacarse el problema de encima.

No se le ocurrió nada mejor que enviar a las tres diosas ante el joven y hermoso Paris para que decidiera él.

Una a una las diosas fueron desfilando ante él cubriéndolo de promesas.

-Prometo darte poder y riquezas si me eliges- Dijo Hera.

Atenea le prometió: -Si dices que yo soy la más bella, te otorgaré gloria en las guerras y fama por doquier-.

Pero , la sensual Afrodita, que era muy astuta, le ofreció la mujer más hermosa por esposa y esto lo convenció definitivamente.

Afrodita obtuvo la manzana de oro y de allí en más Hera y Atenea se convirtieron en sus peores enemigas.

Afrodita , fiel a su promesa le ayudó a Paris a conseguir el amor de Helena, que se convertiría en el motivo de la famosa guerra de Troya.
 
 
 
                                                                    El Rey Midas y Dionisio

Midas era el rey de Macedonia. Fue el primer hombre en plantar un jardín de rosas.

Le gustaba disfrutar de la buena vida, las fiestas, escuchar música y pasarla bien.

Una mañana un jardinero le dijo: -Hay un Sátiro completamente borracho tirado en tu rosedal.

-¡Traedlo inmediatamente ante mi presencia! Dijo Midas

El sátiro resultó ser Silenio.

Silenio había viajado con Dionisio a la India y tenía muchas e interesantes anécdotas para relatar. Midas se entretuvo cinco días escuchando atentamente las historias de ese continente lejano, sus ciudades, sus barcos y sus gentes.

Al terminar, sin mediar ningún castigo por aplastar sus rosas, lo envió sano y salvo con Dionisio.

Dionisio, agradecido le dijo a Midas: -¡Pídeme lo que quieras y te lo concederé! Midas, eligió tener el poder de convertir en oro todo lo que tocase. Y así le fue concedido.

Al principio resultaba muy divertido hacer rosas o pájaros de oro. Pero por error convirtió a su propia hija en estatua de oro.

Y más tarde la desesperación se apoderó de él cuando tenía hambre y su comida se convertía en oro o cuando tenía sed y el vino se convertía en oro.

Llorando le pidió ayuda a Dionisio: -¡Por favor, Dionisio, libérame de este castigo. Mi propia hija es una estatua de oro y no puedo ni beber ni comer. Estoy muriendo de hambre y de sed. Ayúdame!

Dionisio se rió a carcajadas y lo mandó a lavarse las manos para quitarse el toque mágico a un río de Frigia llamado Pactolus, cuyas arenas son todavía doradas. Y le devolvió la vida a su hija.

No hay comentarios:

Publicar un comentario